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Lunes, 03 Diciembre 2012 08:17

Había una vez un "lindo canario". LA JAULA

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Había una vez un "lindo canario". LA JAULA Había una vez un "lindo canario". LA JAULA Paloma Mejía

Había una vez un lindo canario, ignorante de todo se mecía feliz en su columpio de alambre, vivía en una jaula de hojalata pero no percibía su encierro ni el aspecto pobre de su hogar pues había nacido cautivo y cautivo era su cantar.

 

Un buen día el canario bueno miraba al cielo admirado por el majestuoso vuelo de un halcón, estaba como hipnotizado con las piruetas de libertad que ese hermoso halcón hacía con pasmosa facilidad. El canario se preguntaba que artefacto llevaría entre sus alas, que milagro le habría dotado de tremenda belleza y porque atravesaba el viento ligero y libre sin barrotes carcomidos por el tiempo.

Por un momento creyó que ese halcón le miraba y le dedicaba volteretas, pero velozmente desapareció en ese horizonte que nunca él había llegado a conocer. En su columpio se balanceaba una y otra vez desplegando sus pequeñas alas intentando imitar el vuelo del halcón pero cuando conseguía mantenerse un instante en el aire los barrotes estaban allí para recordarle su pasado, presente y futuro cautivo.

A pesar de todo no se ponía triste, cantaba un rato mirando al sol y le dedicaba un baño a la luna que tenue se reflejaba en el agua de su pequeña piscina de plástico que sin embargo a él le parecía un mar de sueños.

Y así transcurrían sus días hasta que de nuevo apareció el halcón, giraba en torno a su jaula haciendo de su plumaje una mágica fiesta de color con un estilo único de volar y el canario no podía creer lo que estaba viendo, ese pájaro fantasma que él admiraba le dedicaba su vuelo y se había fijado en él.

Cada día el halcón volaba mas cerca y le llevaba ramitas de colores que dejaba caer entre los barrotes oxidados, el canario le esperaba inquieto y al verle desde lejos cantaba y cantaba agradecido por regalarle todos los días un poquito de su libertad.

El halcón iba todas las mañanas sin faltar una sola, se había enamorado del canario y en cada ramita que le lazaba había un poco de amor. Qué es lo que el halcón había visto en ese canario encerrado. Que importaba era tanto su amor que una de esas mañanas en que fue a dedicarle su vuelo se quedó. El canario correspondía su amor con tanto agradecimiento que su jaula de hojalata le parecía un nido enorme en la cima del árbol mas alto del mundo. Y daba gracias al cielo por el regalo tan grande que sin querer había obtenido. El halcón más hermoso del aire estaba a su lado, ¡cómo era esto posible¡

Pasaron los días y el canario era tan feliz que no se daba cuenta que el halcón perdía sus colores, que sus alas grandes y hermosas permanecían quietas como si las tuviera quebradas por cadenas. El halcón amaba al canario pero no estaba hecho para barrotes, él había nacido libre y libre debía morir. El canario amaba al halcón pero no estaba hecho de libertad, él había nacido cautivo y cautivo debía morir.

Una noche cuando la oscuridad lo cubría todo, el canario pudo ver como el halcón lloraba mirando al cielo estrellado, él se acerco y también miró las estrellas, .- anhelas tu libertad ¿verdad?, .- no te preocupes no me pasa nada, amo volar pero amo más tu canto. En ese instante el canario despertó de su bonito sueño, se dio cuenta de quien era, un insignificante animal metido en una asquerosa jaula, y había permitido que el ave más libre sobre la faz de la tierra se encerrara entre barrotes para morir irremediablemente.

El canario por un momento pensó ¿y si me escapo de aquí y volamos juntos? Abrió su jaula y de un salto callo al suelo, intentaba con sus pequeñas alas elevarse pero la cautividad pesaba demasiado y quedó tendido lleno de dolor. El halcón al verle voló a recogerle y entre sus alas lo acuno, .- no llores mi amor es nuestro destino no te preocupes yo nunca te dejaré.

El canario no podía permitir que lo que más quería se marchitara con el paso del tiempo, tenía que hacer algo. Y así lo hizo, dejo de dedicarle su canto, cada vez que el halcón se le acercaba sin razón alguno el canario lo picoteaba sin piedad. Hasta que llego el día en que el amor del halcón se había escapado entre los barrotes de esa terrible jaula. El canario abatido vio como su halcón querido se alejaba por ese horizonte que el nunca conocería.

Se quería morir, ya nada le importaba, odiaba su jaula, detestaba cantar y el reflejo de la luna en el agua de la piscina de plástico le recordaba todo lo que nunca sería. Pasado un mes el canario moribundo abrió su jaula y se arrojo al vació, cerro los ojos e imagino ser como su halcón y abrió sus pequeñas alas, cayendo como una de sus plumas, suave y en silencio.

Quedo tumbado boca arriba mirando el azul del cielo y pudo ver a su halcón volando de nuevo, había recuperado el brillo de su hermoso plumaje, velozmente surcaba el aire con su majestuoso estilo y parecía tan libre como el día en que le conoció, entonces el canario murió feliz pues sabia que al echar de su lado a su querido halcón había hecho lo mejor y ahora por fin, él también iba a ser libre.

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